sábado, 16 de febrero de 2008

CARCEL, HOSPITAL Y CEMENTERIO




Las razones de mi enfado y lo que hacía frente a ese antiguo centro comercial de ciudad de Guatemala son cosas que no vienen al caso; finalizaba la tarde cuando un niño de no más de seis años se acercó a la ventanilla de mi auto con alguna pregunta impertinente. No quise responderle, ni siquiera lo mire a la cara..... y fue mejor así, pues antes de tratar groseramente a un pequeño, prefiero ignorarlo y permanecer callado. “¡Lico!” gritó una mujer que se dedicaba a rumiar su embriaguez, sentada al pie de una escalera. Su expresión era áspera y llena de desamor para el pequeño "Lico" y su hermanita –apenas uno o dos años mayor- que trataba inútilmente de encontrar un poco de ternura acariciando el enmarañado pelo de una madre que no se ocupaba más que de proteger una sucia caja de cartón donde, seguramente, tenía todas sus pertenencias: unas cuantas hojas de papel periódico, una botella de aguardiente y un par de cobijas viejas.


De pronto los niños se apartaron para juguetear entre sueños imposibles que se encendían uno a uno con las luces de los escaparates. Mi mente traicionera hizo que, por unos instantes, pudiera ver a "Lico" con el mismo corte de pelo a la rapa –seguramente secuela de la última invasión de piojos- pero 10 años mayor; lo vi luciendo en su piel morena los tatuajes de su resentimiento contra la vida y contra personas que, como yo, en algún momento voltearon el rostro ante su inocencia. Y al verla a ella, con esos ojos de “ángel pies descalzos” que se abrían desmesurados a la vista de un maniquí vestido de gran señora, me pregunté: ¿Sabrán cerrarse esos ojos ante el oprobio que les traerá la miseria?


Ojala pudiera escribir para esos pequeños un cuento con final de novela rosa y así quitar el dolor que esta visión ha traído a mi alma, pero la imaginación no alcanza cuando la realidad es tan contundente: para ella difícilmente habrá otra cosa que vició y “mala vida”; y para él no parece haber un derrotero diferente que el de “cárcel, hospital y cementerio”, credo de las pandillas juveniles que tarde o temprano llegaran a ser su única y verdadera familia.


lunes, 4 de febrero de 2008

GUATEMALA ESTÁ EN PIE




Los instantes más aterradores que recuerdo los viví en la madrugada del 4 de febrero de 1976; a las 3:03:33 de la madrugada, cuando Guatemala fue sacudida durante 44 segundos por un devastador terremoto con intensidad 7,6º y dos replicas (una en cosa de minutos y el segundo, 9 horas después).
El país quedó totalmente incomunicado, poblaciones enteras fueron borradas del mapa, las carreteras estaban destruidas y las ciudades principales se encontraban en ruinas. La necesidad era tan grande que, de inmediato, la mayoría de estudiantes nos enrolamos en diversas organizaciones de apoyo. Yo aún no había cumplido los 16 años, pero me sumé al grupo de voluntarios que trabajaba sin descanso en la base aérea la Aurora, descargando los enormes aviones que traían ayuda de todo el mundo; recuerdo que vaciábamos tan rápido como podíamos sus enormes vientres para que pudieran despegar y regresar cuanto antes para descargarlos nuevamente; mientras tanto, sin importar la hora o el cansancio, estibábamos medicinas, víveres, hospitales de campaña y equipos de emergencia, colocándolos en helicópteros y camiones para que fueran llevados al interior de la república, donde se necesitaban desesperadamente.

Jamás he vuelto a sentir tanto orgullo y satisfacción como en aquellos días angustiosos en que pude dar todo mi esfuerzo en favor de la patria y su gente, ayudando a aliviar el dolor que Cabriakan, “el que mueve los montes”, sembró en este amado terruño. Gracias a Dios, a muchos países y a gran cantidad de amigos de todo el mundo, esta nación pudo ponerse en pie nuevamente, y muy a pesar de quienes, a lo largo de la historia, han hecho y siguen haciendo hasta lo inaudito por verla de rodillas, Guatemala seguirá de pie mientras Dios quiera conceder vida y fuerza a los verdaderos hijos de esta hermosa tierra.................. Mi tierra.

** El slogan “Guatemala está en pié” fue creado por el escritor español, nacionalizado guatemalteco, Francisco Pérez de Antón, y fue el estribillo que mantuvo en alto la moral y el espíritu de todo un pueblo que, en las más terribles circunstancias, supo unirse para salir adelante.