miércoles, 5 de agosto de 2009

¡DEBO DE ESTAR LOCO!




De un tiempo a esta parte he dejado de sentirme propio en mi terruño -Ciudad de Guatemala- Las interminables filas de autos en las calles saturadas de carteleras y rótulos luminosos, la violencia incontenible, el ambiente pesado y la correría de la gente, el concreto masivo mezclado con alfombras interminables de asfalto, los largos minutos con la vida detenida en los semáforos y las horas vividas por gusto, despilfarradas cada día en los embotellamientos. La masa de sonidos conformando ese perpetuo ruido...Y el olor a indiferencia que ha curtido las narices hasta volverse imperceptible, hacen que desee escapar de las fauces de este monstruo pétreo y no volver jamás, pero tengo mi cordon umbilical adherido a la urbe: me alimento con su barullo, mi vida está engranada a la metrópoli, soy parte de su maquinaria y giro al compás de sus ruedas dentadas; languidezco si me falta su poluto aire, me marchito como planta arrancada del suelo si me separo por mucho tiempo de este vértigo infame.
¡Dios... Debo de estar completamente loco!


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