jueves, 26 de junio de 2008

EL VIEJO BAR "EL PORTAL"

La sexta avenida, y a la izquierda, el viejo Portal del Comercio (donde se ubica el bar "El Portal")



El antañon rótulo del bar "El Portal"

Después de aplazarlo muchas veces, por fin me decidí y conduje desde mi trabajo hacia el centro histórico de la ciudad; por varios meses había deseado volver a caminar por los pasajes y recovecos de “El Portal”, un edificio construido en 1788, donde el tiempo pareciera haber quedado detenido en los años 30. Además de las viejas joyerías, los perpetuos estanquillos de revistas y billetes de lotería, y los interesantísimos locales de filatelia y numismática antigua, hay allí varios negocios y establecimientos que son toda una tradición: la venta de helados de crema por la que ningún "capiucero" (evadido de clases) que se respete ha dejado de darse una vuelta; la venta de churros –los mejores de la ciudad- que se coloca justo en la entrada norte del “Pasaje Rubio”, y claro está, el amo y señor de los más respetables antros de esta ciudad: el famoso bar “El Portal”, en el que un servidor no había puesto un pie en 33 años.

Apenas tenía 8 años cuando fui por primera vez a ese lugar increíble, y a partir de entonces -31 de diciembre de 1968- cumpliendo con el pacto que ese día hicieron mi padre y sus dos mejores amigos –Luís Ochoa Valencia y Roberto Gálvez de la Rosa-, fuimos cada año, en la misma fecha...Hasta que. al llegar a mis 15, empezó a parecerme ridículo acompañar a ese trío de viejos y practicar con ellos semejante ritual. Recuerdo que solía tomar un par de refrescos de soda y dar buena cuenta de las “boquitas” (botanas, tentempies, snaks) mientras los tres amigos tomaban sendas jarras de cerveza “mixta” (mezcla de clara y obscura) con el propósito de sellar sus solemnes propósitos de año nuevo y brindar por su longeva amistad.

Me transporté en el tiempo cuando abrí la pesada puerta de “El Portal”. Todo estaba como la última vez: la misma barra, los mismos dispensadores de cerveza, las mismas estanterías llenas de tarros y botellas; los barriles de cerveza apilados en la misma esquina, las mismas mesas, los mismos cuadros, el mismo humo de cigarrillos, la misma marimba interpretando las mismas piezas, y juraría que hasta los mismos parroquianos de hace más de tres décadas se habían quedado allí, esperando para verme empinar -por fin- un enorme tarro de deliciosa “mixta” a la salud y memoria (según sea el caso) de aquellos tres grandes amigos que mientras tuvieron fuerza y vida, cumplieron el pacto, reuniéndose cada fin de año en ese famoso bar, acompañados, algunas veces, por este viejo niño.

1 comentario:

Nancy Fabiola Velasquez Cosenza dijo...

es acabo de estar por ahi
es una lastima que mucha gentre no sepa del portal del comercio tiene tanta historia y tantos recuerdos mudos en el tiempo...